Inocencia interrumpida: éxito vs desarrollo personal en la educación escolar

Por muchos años se instaló en los centros educativos y en los padres de familia la idea de que cuanto más temprano se estimulase el rendimiento de los niños en la escuela este iba a tener mejores opciones de prosperidad al crecer.



Como padres de familia siempre vamos a querer lo mejor para nuestros hijos. Viendo lo vertiginosa que se ha hecho la vida diaria y lo feroz de la competitividad entre las personas, buscamos la mejor manera de que nuestros hijos se adapten y sobrevivan a esta realidad. Pero a veces el remedio es peor que la enfermedad.

Muchos centros educativos se disputan tener la mayor capacidad para hacer que el niño se desempeñe al máximo de su potencial para sacar las mejores notas e ingresar a las mejores universidades. Pero al hacerlo descuidan otros factores del desarrollo del niño tanto o más importantes, como el desarrollo emocional.

Los niños que se dedican desde temprana edad al estudio - que no es lo mismo que aprendizaje - en un ambiente de alta exigencia, suelen tener poco desarrollo emocional y social, tienden a valorarse según la calificación que obtengan y su relación con los padres es problemática.





Por otro lado, tener los mejores resultados en las evaluaciones puede suponer un alto nivel intelectual y capacidad para resolver operaciones matemáticas, pero cuando a estos niños, ya de adultos, se les presentan problemas  y retos reales en el mundo laboral, tienen grandes dificultades para adaptarse y brindar una solución creativa.

Entonces ¿hasta qué punto estamos logrando que nuestros hijos sepan desenvolverse cuando crezcan, adelantando y forzando sus etapas de su desarrollo?¿ Son los padres de familia o los centros educativos los que promueven estos sistemas de enseñanza?

Ambos. Los colegios han encontrado en esta tendencia una oportunidad de mercado. Y los padres, la de garantizar el éxito en la vida a sus hijos.

La desesperación por que nuestros hijos tengan lo que no tuvimos también nos lleva a apresurarlos a tomar clases de un instrumento musical que detestan, a jugar en un equipo del deporte equivocado o a excederse en sus horas de estudio, sacrificando otras actividades muy valiosas en un niño. Presionar a nuestros hijos para "ser los mejores" podría terminar dejándolos sin recursos para serlo.

Los sistemas educativos de varios países han tomado medidas para cambiar esta tendencia, como el cambio del sistema de notas de numérico a alfabético, evitar la enseñanza memorística sin contexto ni procesos, enfocar la educación como un proceso personal de cada niño, o vincular los conocimientos impartidos con la etapa de desarrollo a la que corresponda.

A los padres de familia nos queda la gran responsabilidad de apoyar a nuestros hijos, acompañándolos en su  aprendizaje sin presionarlos y dejando que sus intereses, decisiones y criterio definan su futuro.

Imágenes: BrainScape.


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