Carta de un niño a su papá ocupado

Hay tantas cosas que quiero decirte papá, pero cuando creo que es el momento siempre hay algo que tienes que hacer y no puedes escucharme. Por eso, he decidido escribirte estas cortas líneas que dejaré en tu cama para que las leas en la noche, cuando regreses de trabajar.


Antes que nada, quiero decirte que soy muy feliz de que seas mi papá. Pero me pongo triste cuando te veo apurado en el desayuno, o cuando te enojas conmigo y no comprendo por qué. Pero no te preocupes, yo sé que tienes muchas cosas que hacer.

También me doy cuenta que a veces soy un poco caprichoso, que dejo los juguetes tirados por toda la casa, que nunca recuerdo lavarme los dientes después de almorzar y que la otra vez rompí un vaso de vidrio por atolondrado. Pero recuerda que soy un niño, como tú lo fuiste, y que también rompiste tu vaso, regaste tus jueguetes e hiciste tu berrinche, ¿o no?

No entiendo por qué una llamada en tu celular es tan importante para ti que me haces callar justo cuando te estaba contando lo que hice en el jardín de infancia.

Tampoco se por qué siempre estás cansado cada vez que te digo para jugar en mi habitación con los muñecos de los Avengers que me regalaste en navidad; jugar yo solito con ellos es muy aburrido.

Otra cosa que me cuesta comprender es por qué me dices que no coma dulces cuando tu comes tanta grasa, que no tome gaseosas cuando tu tomas cerveza y que no me meta las manos cochinas a la boca cuando tu fumas.

Yo sé que te sientes mal por no poder pasar más tiempo conmigo, papito. Pero no lo sé porque tú me lo hayas dicho, sino porque lo veo en tu rostro. La última vez lo pesqué en esa sonrisa melancólica y esos ojos húmedos con los que me miraste ayer. Recuerdo que acababas de llegar del trabajo, más temprano que de costumbre, y que me abrazaste muy fuerte.





¿Por qué no me cuentas lo que te pasa, papá? Tal vez yo pueda ayudarte a sentirte mejor. Podría regalarte uno de mis dinosaurios para que duerma contigo. No te preocupes, después me lo devuelves.

Hagamos experimentos juntos papá, pintemos con témpera, comamos helados en la bodega del parque, juguemos a las cosquillas, a las chapadas o a las guerritas de papel.

Y no me digas que esas son cosas de niños, porque todo este tiempo has estado haciendo cosas de adultos y no se te ve muy feliz de hacerlas.

Papito, deja de pensar en todo eso que estás pensando, mírame un ratito y dime:¿me quieres, verdad?

Entonces recuerda que en menos de un suspiro dejé de ser bebé, que mi infancia es corta y que cuando te des cuenta y quieras enseñarme a montar bicicleta en el parque, patear pelota, levantarme sobre tus hombros o bañarme en la tina, yo ya habré crecido.

Deja de pensar tanto en que tienes que hacer ese informe, recoger el auto del taller, llamar a ese cliente o pagar esa cuenta. Siempre me dices que todo eso lo haces por mí, pero ¡qué daría por hacerte entender que lo mejor que puedes hacer por mi es abrazarme, decirme que me quieres y que estás feliz de que sea tu hijo, decirme que soy fuerte, valiente, valioso y único!

Ahora voy a poner esta carta sobre tu almohada. Mañana es sábado y por primera vez después de mucho tiempo, no trabajas. Nada me hará más feliz que despertar con un beso de mi papá en la mejilla. ¿Te animas, papi?

Tu hijo que te extraña, Yo.



Comentarios