Mi amigo imaginario: 3 casos típicos

Una de las experiencias más maravillosas de la mágica etapa infantil es el amigo imaginario. Incluso muchos de nosotros recordamos vagamente, hoy que somos papás y mamás, haber sido niños con amigos imaginarios con quienes jugar. Aquí te presentamos tres casos entre muchos, tan tiernos que te sorprenderán y en los que quizá identificarás a tu hijo...o a ti mismo.



El amigo imaginario del pequeño Eduardo


Un buen día, mamá escuchó a su pequeño Eduardo jugando en su habitación. Enternecida, se acercó sin hacer ruido para ver a qué jugaba. Su hijo estaba sentado en el piso con sus muñecos de superhéroes. Pero lo que le llamó la atención a mamá era que no parecía jugar solo. Había separado sus muñecos en dos grupos enfrentados y parecía hablarle a quien supuestamente los manejaba, su mejor amigo imaginario.

Luego de algunos días, mamá habló por teléfono con el pediatra, quien la tranquilizó asegurándole que tener un amigo imaginario con quien jugar no solo era normal a su edad, sino que parte de su desarrollo. Sin embargo, le recomendó que buscara en su vecindario familias con hijos para que juegue con ellos y desarrolle su socialización con niños de verdad.


Columpio reservado


La familia Goitre vive en el campo, en los extensos jardines que rodean su casa hay un árbol de gruesas y fuertes ramas. En ellas, papá instaló dos columpios que fabricó con sogas y un par de neumáticos. No había día en que su hija Casilda no se subiera a uno de ellos y se balanceara al ritmo de las hojas al viento.

Si  embargo, en algunas ocasiones la veían recogiendo hojas secas del piso y mostrárselas al árbol, o también mecer uno de los columpios como si estuviera balanceando a alguien. Junto a los columpios su hija era la alegría personificada. Un día mamá, se acercó para acompañar a su hija en los columpios. Al querer subir al que estaba libre, Casilda le dijo que mejor no se subiera, podría aplastar a Dina, su amiga imaginaria. Mejor te presto el mío, le dijo. La mamá, divertida por la ocurrencia, aceptó y agradeció.





Compañera de trapo


Anahí amaba su dormitorio y todo lo que tenía ahí. Siempre había tiempo para jugar con las figuras de su colección favorita de muñecas, hacer collares con su set de cuentas o jugar juegos de memoria con papá y mamá. Pero lo que más le gustaba era conversar con Imelda, su preciosa muñeca de trapo.

No había lugar al que no iba con Imelda. Ya sea que saliera al parque, a la casa de la abuelita o a acompañar a mamá al mercado, Anahí no podía imaginar dejar sola a su querida muñeca de trapo. Ella siempre la escuchaba y estaba ahí para verla jugar y acompañarla a a la hora de dormir. Anahí siempre le daba consejos y le explicaba lo difícil que era ser niña. Era su amigo imaginario inseparable.

Probablemente alguno de estos casos de amigo imaginario se parecerán al que has visto en tu hijo. Al presentártelos, puedes ver que hay muchos niños que están viviendo la misma fantasía. No interrumpas esta experiencia a menos que veas que las cosas se salen de control. Mientras no sea así, déjalo que haga volar su imaginación, tal como tú lo hiciste hace tanto tiempo atrás, y tu hijo será un niño feliz.


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