¿Prohibir, regular o educar? Buscando la receta para una sana alimentación infantil

Hace poco el congreso peruano aprobó una ley que supervisará la publicidad de comida chatarra y golosinas en horarios de protección al menor. La medida ha desatado en ese país una ola de críticas de empresarios por considerarla radical y por su falta de conocimiento sobre el tema.


Según esta ley - cuya reglamentación y aprobación por parte del Gobierno están aún pendientes - ningún medio de difusión audiovisual puede emitir anuncios sin regulación previa sobre alimentación chatarra en estos horarios.

Los promotores de la ley indican que su finalidad es la de evitar que lo niños sean estimulados a consumir estas comidas a través de la publicidad engañosa. Igualmente se sugiere a los anunciantes a desistir de asociar juguetes con sus productos y se prohíbe su venta en los kioscos escolares.


Otras leyes de comida chatarra en el mundo

Hace algunos años, un tribunal de Gran Bretaña ordenó que la conocida transnacional de comida rápida Mc Donald´s dejara de ofrecer juguetes como parte del contenido de las "cajitas felices", combos de comida especialmente dirigidos a niños. Aparentemente se descubrió que estos regalos invitaban a que los pequeños quisieran ir más seguido a comer en sus locales, aumentando el porcentaje de comida rápida en su dieta diaria.

Entre las estrategias que la empresa ejecutó para recuperar su imagen e ingresos destacó el cambio de cajitas felices por libros infantiles, un ingenioso efecto secundario de la medida, dirigida más a los padres que a los hijos.

En el año 2012 se aprobó en Chile una norma similar y a los pocos meses de entrada en vigencia las cadenas KFC, Burger King y Mc Donald´s fueron denunciadas por violar la "ley de comida chatarra".

Otra vez las famosas cajitas felices y similares eran blanco de las críticas, debido a que no cumplían con la regulación de la ley sobre la venta de estos productos a menores de edad, pues su publicidad "no podrá efectuarse mediante ganchos comerciales no relacionados con la promoción propia del producto, tales como regalos, concursos, juegos u otro elemento de atracción infantil".


Pero ¿es la solución prohibir y restringir?

Son bastante conocidos los efectos nocivos a la salud de la comida rápida, debido a su alto contenido de grasas saturadas y azúcar.  Por otro lado, el negocio de combinar la diversión infantil con comida rápida y golosinas ha ido en aumento, al igual que la obesidad infantil. 





Se dice que toda prohibición crea nuevas formas de evadirla. Además de los medios de comunicación tradicionales, la información sobre comida y golosinas corre por otros canales, como internet (aún difícil de fiscalizar), las reuniones y fiestas infantiles, las loncheras escolares, la casa de los abuelitos o hasta la propia casa cuando los papás compran bebidas gaseosas para el almuerzo o cocinan frituras con aceite en exceso.

Por eso, por más que se regule o prohiba, los niños siempre estarán expuestos al consumo si sólo se combate un lado del problema.


El rol de la educación en hábitos alimenticios

Es entonces cuando aparece la necesidad de la educación en hábitos alimenticios como un recurso más efectivo para lograr una nutrición balanceada y sana en nuestros hijos.

Los primeros que deben recibir esta educación alimenticia somos los padres de familia. Empezando por buscar y ser abiertos a la información sobre cómo no se debe cocinar en casa, que alimentos y bebidas son considerados dañinos para los niños y sobre la obesidad y otros riesgos a los que exponemos a nuestros hijos por complacerlos con golosinas continuamente.

Incluso existe mucha comida disfrazada de saludable que resulta igualmente perjudicial, como las barras de cereales o los jugos de fruta en caja, verdaderas bombas de azúcar para los pequeños, pero de las cuales muchas veces abusamos al buscar la manera más rápida de prepararles su lonchera.

También nos corresponde conocer más sobre las alternativas naturales, entre granos, carnes, lácteos, frutas y verduras; cómo prepararlas de manera atractiva para los niños y la frecuencia con que deben formar parte de su dieta semanal y diaria.

Otras recomendaciones se enfocan en acostumbrar a los niños a tomar agua pura, comidas sin mucho condimento, comer a sus horas, y a no premiarlos con golosinas cuando se portan bien o logran buenas notas; asociarán golosina con "bueno" y condicionarán su obediencia a que les prometamos "algo rico" si lo hacen.

La solución es entonces mucho más compleja que sólo prohibir y regular. Paralelamente, (considerando que la ley sea lo suficientemente equilibrada para velar tanto por la salud infantil como por la actividad comercial) se deben incentivar y llevar a cabo programas de educación alimentaria para padres e hijos, en asociación con las instituciones infantiles, anunciantes y medios de comunicación.

Es cierto que muchas empresas utilizan estrategias de persuasión sin considerar más que sus ganancias, en perjuicio de nuestra niñez. Pero esto no puede ser excusa para perjudicar a las que sí cumplen con las normas vigentes, y menos aún para evadir nuestra responsabilidad como padres de familia.



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