Padres responsables, hijos responsables

Un niño aprenderá a ser responsable con el ejemplo. De poco servirá conocer la importancia de desarrollar esta capacidad en nuestros hijos para su mejor socialización si nosotros no asumimos las consecuencias de nuestras propias acciones y decisiones frente a ellos. Por eso, las pautas que te presentamos a continuación serán de gran valor tanto para tu hijo como para ti.


Al observar estas recomendaciones también podrás descubrir las que te faltan poner en práctica frente a tu hijo. Una excelente manera de inculcarlas en él será aprendiéndolas juntos.

Compromiso, decisión y perseverancia

"Cierto día, a mi hijo le provocó una mandarina. Le indiqué que podía sacar una del refrigerador y así lo hizo. Pero luego se me acercó y me explicó que, como no le podía sacar la cáscara, la había botado al tacho de basura. Yo le expliqué que la comida no se bota, que debía recojerla y yo me la comería, pero se negó. ¿Qué debí hacer?".

Situaciones como esta son muy comunes en casa. Los chicos hacen de todo y rara vez asumen que cada cosa que hacen es su responsabilidad. Es natural que a esa edad no asuman compromisos sobre sus acciones.

Si un niño se hace responsable, aprenderá también a ser perseverante y a no desanimarse ante los problemas que le puedan suceder más adelante. Por eso es tan importante que desde pequeños les enseñemos a ser responsables. Les causamos mucho daño cuando les hacemos todo, sin delegarles responsabilidades sobre sus cosas o en casa.


Cómo promover la responsabilidad en los niños

Delegarle tareas que vayan con su edad y forma de ser. Observa e identifica cuáles son sus gustos y aficiones. Tal vez no le guste hacer la cama, pero si le apasione ordenar su cómoda.





Ser puntual es ser responsable. Si lo llevas al jardín, hazlo con anticipación. Si la hora del baño son la seis de la tarde, que sepa que no puede seguir viendo la televisión cuando lo llames para asearlo.

Que no perciba las normas de la casa como obligaciones, sino como una manera de tener una vida ordenada y que haya tiempo para todo. Su aceptación de las normas será más fácil como una responsabilidad que como una imposición.

El trabajo es una actividad que representa muy bien la responsabilidad. Si tu hijo te percibe floja, pues el también lo será. Por eso, mantente laboralmente activa, sea de manera dependiente o con un pequeño negocio en casa, y tu hijo percibirá mejor la importancia del trabajo para sostener a una familia y por lo tanto un compromiso que tu asumes frente a él.

Un juego sin reglas sería un campo de batalla permanente. Al iniciar un juego nos comprometemos a cumplir sus reglas, pues de esta manera los resultado serán justos y ganará quien lo merezca. Aceptar estas reglas y los resultados del juego puede ser my difícil para los niños. Por eso es necesario demostrar que se sabe ganar y perder frente a ellos.

La actitud de los niños es generalmente la de actuar primero y pensar después. Es necesario enseñarles a hacer todo lo contrario. Antes de actuar debemos pensar en como afectará nuestra decisión a otros. Por ejemplo, si hay una sola pelota  y la cojo para jugar yo solito, mientras que mis otros amiguitos también querían jugar. La responsabilidad también es buscar el bien propio junto al de los demás. En este caso, un niño que aprenda a ser responsable sugerirá a los demás a jugar entre todos con la misma pelota.


¿Y qué hacemos con la mandarina?

En el caso de la mandarina, es cierto que un niño responsable no habría tirado la fruta a la basura. Pero también es muy probable que haya visto eso en casa o en su entorno cercano. Es más, al acercarse a decírselo a su mamá es muy probable que haya percibido que algo no estaba bien en aquello que vio e imitó, demostrando una tendencia hacia la responsabilidad.

La solución no está en rescatar la mandarina - podríamos darle la señal equivocada de que se pueden sacar cosas de la basura -, sino en explicarle que botar una fruta entera es un desperdicio de comida y comprometernos a enseñarle una conducta responsable en todo, con el ejemplo. Mientras tanto, dale otra mandarina e indícale que cuando la pele, bote la cáscara al tacho... ¡solo la cáscara!


Imagen: Simon Blackley en Flickr.


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