Niños que se van a vivir a otro país. Algunas claves para esta difícil decisión

Hace ya tres años que papá se fue al extranjero a busca un trabajo para poder mantener a su familia. Le costó mucho tiempo y esfuerzo encontrar lo que buscaba, pero al fin pudo hacerlo. Ahora tiene un empleo estable, cuenta con un lugar dónde vivir y quiere que su familia viva allá con él. Es aquí donde empezaron los problemas.


Está historia es real y me la contó una gran amiga de la universidad. Alejandra (la llamaremos así) había pasado por grandes penurias desde que empezó a convivir con su esposo. El dinero no alcanzaba para lo más básico y el colegio de su pequeño hijo estaba en riesgo.

Ante esta situación, Santiago decidió aceptar el consejo de algunos amigos que vivían fuera y tras muchas discusiones hizo el gran viaje. Pero su esposa y su hijo se quedaron, esperando las buenas nuevas.

Hoy Alejandra y Santiago están ante una situación muy delicada, pero bastante común. Miles de familias se ven obligadas a migrar, provocando grandes cambios en la vida de sus hijos que van desde el dejar de ver a uno o hasta a sus dos padres y quedarse encargados con la abuela o una tía, hasta irse con ellos y volver solo por turismo a su país natal.

La llamada


Aquel día, la pareja discutió por teléfono sobre si su hijo Manuel debía o no irse a vivir a otro país.

Para Alejandra, su hijo perdería mucho: sus amigos, sus familiares cercanos y además su entorno de vida, desde lo que ve en la televisión hasta la panadería de la esquina, los partiditos de fútbol en la quinta o algo tan entrañable como su cumpleaños rodeado de sus amiguitos del jardín.

Para Santiago, su pequeño Manuelito ganaría la posibilidad de la residencia, un inicio legal, mejores condiciones de salud, comodidades, orden, seguridad y futuro.

No llegaron a nada, solo se alejaron unos kilómetros más de lo que ya estaban alejados. Cómo resolver este tipo de problemas? ¿Qué es pero, tomar la decisión equivocada o no tomar ninguna decisión?

Gana - gana


La decisión no es nada fácil, pero a pesar de que muchas veces se recomienda dejar de lado las emociones y considerar las razones, lo ideal es considerar ambas, con todas sus complicaciones y encontrar formas de manejarlas; tarde o temprano saltarán a la vista.

¿Cómo hacer que el resultado sea un gana - gana? Lo primero es enfocarnos en los hijos. Si deciden radicar con sus hijos en el extranjero, Alejandra y Santiago deberán tener en cuenta algunas cosas.

Asegurarse que su hijo obtendrá lo que piensan que obtendrá
Para eso, es necesario conocer otras experiencias, tal vez de familiares o amigos que hayan pasado por el mismo proceso. Conocer requisitos, plazos, costos, excepciones, etcétera.

Lista de pros y contras
Indicando en una lista todo aquello en que podría ser perjudicado el niño. Al lado todo aquello en que se verá beneficiado. Luego, analizar las desventajas y ver si tienen solución. Al final, la decisión dependerá de qué y cuánto es solucionable.





Elegir correctamente el sitio donde se vivirá
Aquí lo primero que se piensa es en los barrios de inmigrantes, pero no son siempre la mejor idea. Informarse sobre temas como delincuencia, acceso a servicios básicos y limpieza será muy necesario.

Familiares en algún país
Si se cuenta con ellos, es preferible vivir cerca o que por lo menos sea fácil contactarlos en caso de alguna emergencia. Además, serán un soporte emocional importante para el niño en su difícil período de adaptación.

Nuevo colegio
Será su principal ambiente de socialización. Es necesario establecer una relación cercana con los padres de familia para integrar no solo al niño sino a toda la familia a su nueva comunidad. Esto también incluye el vecindario, compañeros de trabajo del papá o la mamá, entre otros.

Mantener contacto
Skype, Chat, Facebook... llámalo como quieras, pero todos te servirán para mantener a tu hijo en contacto con la gente que "deja" en su país. Es la gran ventaja de los niños de hoy, quienes tiene estos recursos de comunicación con los que nosotros ni soñábamos en nuestra niñez.

Recaba números telefónicos, correos y direcciones. Mantener las relaciones con la familia en casa y con los amigos en el barrio y el colegio en audio, video y por escrito será un gran alivio para todos: lo que se van y los que se quedan.

Finalmente, garantizar que el trabajo del papá sea realmente estable no estaría nada mal.

¿Y qué opina Manuelito?


Esta al final, pero podría inclinar la balanza con un solo gesto o palabra. Antes de decidirse, y de preferencia habiendo solucionado todo lo anterior, es necesario conocer lo que siente y piensa el pequeño Manuel de todo esto. Debe ser informado con tiempo, en los términos más sencillos posibles de lo que se está decidiendo.

Lo más probable es que se genere miedo y tristeza. Pretender un sí inmediato y automático por parte del niño es irreal.

A veces los papás tomamos las grandes decisiones sin la participación de los niños, pensando que ellos no entenderán o con el temor de que digan lo que realmente sienten con la sinceridad que solo un niño puede expresar y que con tres palabras nos haría ver la cruda verdad: somos los padres los que tenemos miedos, los que no estamos seguros, los que dudamos.

Un viaje previo podría ayudar. Ahí se descubrirá su capacidad de adaptación a situaciones y realidades distintas. En ese viaje podría visitar a familiares, conocer calles, colegios, centros comerciales, etcétera. Si no es posible un viaje, navegar en internet es como estar allí sin moverse de casa.

Plan B


A otra pareja de amigos les sucedió lo mismo en Italia. Incluso con todas las previsiones del caso, no todo resultó como lo habían planeado, ya que justo coincidió su mudanza con la crisis del 2009. Afortunadamente, tuvieron los reflejos necesarios para regresar y seguir aquí. Pero probaron, que es más de los que muchos pueden darse el lujo de hacer. No perdieron del todo; su hijo es de nacionalidad peruano-italiana y ya eso le da una variedad más amplia de oportunidades para su futuro. Siempre hay que tener un as bajo la manga y la valentía de usarlo. 

La clave


El secreto está en que no hay una respuesta correcta, que todo está en el diálogo más allá del miedo a recibir un argumento fuerte en contra de lo que nosotros pensamos. Hablemos, escuchemos e informémonos, que no sea una lucha sino un esfuerzo en pareja, sin dejar que influyan terceros, para descubrir que es lo mejor para la familia, especialmente para su hijo.


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