He discutido con mi hijo y estamos peleados, ¿qué debo hacer?

Los niños de hoy son muy diferentes a los de ayer, eso es un hecho. Mucho se debe a los cambios en los estilos de crianza y a la evolución del papel de la escuela como apoyo de los padres de familia.


Esto hace que los niños sepan desde mucho antes cómo defender sus ideas y cuestionar las ajenas, incluyendo las de nosotros, sus padres. Si no estás preparado para esta realidad, lo más probable es que tengas una discusión con tu hijo más seguido de lo que quisieras.

Sentimiento de culpa


Como en toda discusión, ante la sorpresa de un niño bien plantado frente a nosotros podemos desconcertarnos, agotar rápidamente nuestros argumentos y terminar en un grito. Uno sé ira a su cuarto y el otro a leer un libro, pero conforme pasen los minutos, una desagradable sensación crecerá en tu pecho. El amor que sientes por tu hijo te hará reflexionar sobre lo que acaba de suceder. Ese será el inicio.


Analiza lo sucedido


Aun el corazón te late a mil por hora, posiblemente la indignación o la decepción te impiden pensar con claridad, solo te sigues repitiendo mentalmente "qué se habrá creído", "qué falta de respeto", "como puede enfrentarme así", y mucho más.

Poco a poco esta sensación pasará. Entonces, dedícate a respirar profundo y serenarte, así podrás revisar todo lo dicho y hecho. No busques culpables, solo recuerda todo lo que sucedió.

Ahora entiendes mejor lo que pasó. Posiblemente descubrirás que no fue como para enojarse, o que no escuchaste lo que tu hijo te quería decir, o que en ese momento estabas haciendo algo urgente. O tal vez tu hijo estaba muy ilusionado con algo y le sorprendió que le dijeras que no.

Descubrirás que muchas cosas que se dijeron no tenían por qué decirse.

El tiempo no cura solo


No te confíes en que tu hijo se olvide de todo al día siguiente; no lo hará. Así parezca que todo volvió a la normalidad por si solo, el daño estará hecho. Muy dentro de él, estará oculta una tristeza, un nudo sin desatar que podrá echártelo en cara en cualquier momento, o peor aún con los años, sobre sus hijos.

Deja pasar un tiempo prudente, sí. Pero al mismo tiempo busca señales que te digan que tu hijo está más receptivo. Tal vez un comentario suelto al cruzarse por el pasadizo de la casa, o si te hace una pregunta sobre alguna tarea, cosas así.





Acércate


Si tu hijo está en su dormitorio, pregúntale si puedes pasar para conversar con él. Al principio puede que no quiera, que no esté listo. A lo mejor la oportunidad aparecerá cuando menos te lo pienses. En la sala, mientras haces la comida, o en cualquier otra ocasión.

Rompe el hielo


Calma. Una forma de hacer las paces es repetir lo que siempre hacen con él para divertirse juntos: cosquillas, caballito, jugar con sus dinosaurios en su cuarto, abrazos. La risa explotará en cualquier momento, los ánimos estarán más que bien y ahí encontrarás el momento.


Y entonces, ¿qué le digo?


Fácil. Hazlo con tus propias palabras y ayúdate con las siguientes:

  • Te quiero.
  • He cometido un error al gritarte.
  • Vamos a mejorar juntos.
  • Tu no eres lo que te dije que eras.
  • Eres único, valioso.
  • Debí escucharte mejor.
  • Me sentí muy mal al discutir contigo.

Pero al mismo tiempo, debes dejarle en claro de manera sutil pero firme en lo que él se equivocó. La discusión fue entre ambos, así que ambos debes asumir su responsabilidad. Por supuesto que tú más, por ser el adulto quien supuestamente debe saber controlarse mejor que un niño.

¿Y si lo he golpeado?


El golpe como recurso de crianza, además de triste, ha probado ser poco efectivo. Si lo que buscas es respeto y no miedo, no lo hagas; ni siquiera lo pienses. No hay nada más impactante para el futuro de un niño que el ser agredido por aquella persona que más quiere y admira en el mundo.

Si eres impulsivo, busca ayuda de un psicólogo para encontrar formas de controlarte. Si ya cometiste el error de levantarle la mano a tu hijo, no bastará con pedirle perdón ni decirle que él no tiene la culpa: no deberás volverlo a hacer nunca y enfocarás el resto de tu vida con este principio en el centro.

Esperamos que con estos consejos tengas una mejor idea de cómo resolver tus discusiones con tus hijos en el futuro.


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